domingo, 3 de febrero de 2013

Expediente 24/3

Nombre, Esmeralda. Edad, 42. Sesión número 3.

Tras dos sesiones de control rutinario, iniciamos el tratamiento que considero podrá dar mejores resultados para esta paciente: la hipnosis regresiva. Presenta graves trastornos depresivos con tendencias suicidas, inducidos por una idea predominante: sensación de pérdida y desubicación. Apunta visitas infructuosas a diversos profesionales.

Se muestra especialmente irascible y con un alto grado de nerviosismo, pero consigo llevarla al estado alfa con relativa facilidad. Transcribo la parte de la conversación que intuyo más relevante. “Esmeralda, ¿qué sientes?”. “Incomodidad. No encajo. Soy muy rara, todos me odian. Lo que es maravilloso para ellos a mí me produce asco, náuseas. […] Huele intensamente. Penetra hasta mi cerebro y no puedo deshacerme de su repugnante hedor. Imaginarme su textura viscosa me produce ganas de vomitar. […] Siempre la misma pregunta. Esmeralda, ¿cómo puede no gustarte el chocolate? Les odio.” A pesar de no mostrar el diálogo completo, la paciente menciona su aversión por el chocolate sorprendentemente rápido.

Vuelve al estado consciente con los tembleques habituales de una sesión productiva, pero siente además una imperiosa necesidad de usar el servicio para devolver. Por sorprendente que parezca, el chocolate pudiera ser la clave del problema.

Nombre, Esmeralda. Edad, 42. Sesión número 6.

Mi sospecha de que el chocolate es una parte imprescindible del trauma que presenta la paciente se ha convertido en certeza. A pesar de eso, las sesiones 4 y 5 han transcurrido sin novedad. Se pierde en divagaciones sobre la intensa repulsión que éste le produce.

Hoy, sin embargo, consigo focalizarla en un escenario que, creo, dará por finalizada su intensa búsqueda del porqué de su desapego e incomodidad hacia situaciones que para otro sujeto pudieran parecer de lo más cotidianas. “¿Cuántos años tienes, Esmeralda?“ “Éstos” (Nota: la paciente me enseña la mano indicando el número tres) “¿Dónde te encuentras, pequeña?” “En la fábrica. Huele mucho. Hay cocolate en los trastos. Gira y gira y gira… Mamá me trae muchas veces porque trabaja aquí. A veces quiero meter el dedo pero mamá siempre me grita mucho porque dice que hacen pupa. Pero hoy no me ha gritado. He comido tanto que hasta me duele la tripa. No me grita porque no está. ¿Mamá?¿ ¡Mamá!? No está. Los amigos de trabajar de mamá me encuentran llorando y la buscan también. No está […]” En este punto, los sollozos de la paciente distorsionan la coherencia de su discurso.

Diagnóstico: abandono infantil y posterior bloqueo del recuerdo. Detonante evocador: el chocolate.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el registro, además de que lo has usado muy bien. Te hace seguir la historia.

    un saludo!

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  2. Muchas gracias, Akaki, me alegro de que te haya gustado! :-)

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