jueves, 25 de enero de 2018

De mochilas y culpables

– No en tinc ni idea –li vaig contestar. Em sentia sol, envoltat de gent, abandonat. Estava bé i molt malament. Feliç de prendre decisions i trist amb les conseqüències.
– Intenta-ho –amb passivitat distant. 
Vaig meditar una estona. El meu cervell vagava per les idees sense cap direcció, entre records, pensaments estúpids i tasques pendents. 
– Culpabilitat. 
Va sortir així, del no res. Crec que va percebre la meva sorpresa, perquè va aixecar una cella i es va llençar a apuntar a la seva llibreta, segur d’haver tocat la tecla. Però per més que ho va provar, no vaig poder articular cap més paraula amb un mínim de sentit. M’havia impactat la jugada del subconscient i no vaig poder continuar. 
I aquella idea, sortida del pou negre de la inconsciència, se’m va enganxar a la pell.

-----------------------------------------------------------------------------

Se sienta a mi lado con mirada socarrona, de quien está seguro de manejar completamente la situación. Y de hecho, lo hace. “Si crees que voy a marcharme estás muy equivocado”. Y yo allí, con mi cara de imbécil. Pensando en karmas y destinos. Y cuanto más se compunge mi cara, más grande se hace ella. “Qué hijaputa”, pienso yo. “Ya verás, ya”, dice ella. Y sé que cumplirá sus amenazas y estará presente en cada momento y usará una y mil veces ese recurso que tanto disfruta usando… “Te lo dije”. Y su insoportable peso me recordará otra vez aquella pose, la primera, la de la mochila a cuestas y la espalda encorvada cuando me preguntaron: “¿Y la culpa? ¿Cómo la representarías?”.

jueves, 18 de enero de 2018

Crónica de un cuerpo

Su cabello enredado atraviesa la puerta. El viento golpea, sus ondas se agitan. Su frente se arruga, su ceño se frunce, sus venas se marcan. Sus ojos escrutan sin poder ver. Los labios se aprietan, la comisura tiembla. La garganta grita y la boca ahoga. La nariz turbada se abre agresiva, absorbiendo con ansia el aire que necesita. El sudor la recorre. Gira la cabeza a un lado y a otro. Mira de dónde viene buscando adónde ir. Su mente es un nudo. Su cuello se tensa, sus hombros se agarrotan, su pecho se asfixia. El estómago ruge, vacío; se endurece, nervioso. Su brazo derecho exhibe arañazos. La mano, vibrando, retiene la culpa. El brazo izquierdo se agita angustiado. Las piernas, temblando, abandonan sus actos. Corren buscando un pasado. Intentan volver a un tiempo que ya no es donde este ahora no está y lo que pasó no ha sucedido. Pero no lo encuentran y siguen corriendo, cada vez más tensas, más lentas, más culpables y más derrotadas. Entre los coches, entre la gente, en las avenidas, en el puente, en la barandilla.

Sus pies. El derecho arriba y el izquierdo le sigue.

Se paran.

Esperan.

Esperan la orden de bajar y aferrarse.

Pero ya no queda nada. El cabello, las ondas, la frente, el ceño, las venas. Ojos, labios, garganta, boca, nariz. Su cuello, sus hombros, su pecho, su estómago. Los brazos, las manos. Las piernas. De ella, no quedan más que sus pies. Y el derecho –calmado, tranquilo, resignado– da un paso al frente firme y sosegado.