sábado, 24 de noviembre de 2012

La diosa de las tinieblas

    El inusual resplandor rojizo de la bóveda celeste hacía presagiar que algo grave se cernía sobre el destino de los hombres que, refugiados en su ignorancia, admiraban el brillo imposible de la diosa Luna.

    -¡Oh maldita rutina! Mi belleza dejó de hechizarle y mi cuerpo de satisfacerle. No valía la pena despertar del sueño eterno para vivir una mentira. ¡Eso dijo, hermana Eos! Él, que vivía sólo para mí, cuya perpetua presencia sucedió gracias a mi intercesión. ¡Eso dijo mi amado Endimión!

    Los lamentos de Selene, majestuosa divinidad lunar, retumbaban en todos los rincones del cosmos. Su hermana Eos la escuchaba atentamente, pero no había consuelo posible, pues su pecado era demasiado grande y sus actos demasiado desdeñables para merecer piedad. Pero la comprendía. Endimión era su vida y él despertaba de su calma eterna sólo para estar en brazos de Selene.

   Pero Cronos cumplió impasible su papel y la cruel huella del tiempo pisoteó incluso a su bella hermana. Selene trató de justificar que ya no era la misma. “¡Cómo va a quererme, desearme, idolatrarme! ¡No tengo luz propia! Sólo brillo bajo el deseo expreso de mi hermano Helios, subsistiendo a base de sus desechos lumínicos; vacía, mediocre.”

    Acudió a quien podría devolverle la fascinación de su amado, a quien podría darle un halo luminoso que volviera a cegar a Endimión. Pero Zeus se negó. “¿Acaso crees que mi misión eterna consiste en hacer tu voluntad? ¿Acaso has olvidado que la inmortalidad de tu amante se debe a una de tus demandas?” Tampoco Poseidón estaba dispuesto a ayudarla, así que acudió al último hermano con poder suficiente para satisfacer sus deseos.

    Hades rechazó su petición de inmediato. Nada tenía que ofrecer Selene, y era de sobras conocido el afán egoísta del dios de las tinieblas. Pero después de meditar en qué podría beneficiarle la desesperación de la diosa, Hades consideró que bien podría usarla para engrandecer su ejército del inframundo. “Forjaré la joya más brillante que hubieras visto jamás, cuyo resplandor será imperecedero. Pero Selene, esa luz sólo se materializa en un ser, y necesito que seas tú quien la traiga.” Sus peores vaticinios se concretaron en la petición de Hades. “Debes matar a tu hermano Helios. Sólo así podré usar su claridad para envolverte con ella”.

   Así de cruel es el amor incondicional, el que ciega y desespera. Una triste daga y la sorpresa de recibirla de la mano de su propia hermana bastaron para apagar al dios Sol. Hades forjó para Selene su alhaja refulgente y le devolvió en un fardo el cuerpo ensangrentado y mortecino de su querido hermano.

  "¡Oh joya! ¡Oh objeto precioso!” Esa noche, la luna llevaba a rastras su saco de sangre, enfermo animal, por encima de las luces del puerto, donde confluyen los tres reinos, cosmos, infierno y mar. Desconsolada lloraba Selene al comprender que sin su hermano Helios, sin el orden vital del universo, había condenado a la humanidad a las tinieblas eternas del inframundo de Hades, obcecada por su afán egoísta de recuperar el amor.

5 comentarios:

  1. Hola Andrea,

    ¿ A las puertas del nuevo día "internacional contra el maltrato hacia la mujer" la diosa lunar Selene se desquita contra su cruento hermano solar el macho maltratador ?

    Haya sido casualidad la proximidad de la fecha o no, el relato es precioso Andrea.

    Buen trabajo.
    Un abrazo.

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  2. Precioso, como todos tus relatos ;)

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  3. Mil gracias por vuestros comentarios! :) Le alegran a una el día, la verdad!!

    @SBP: Casualidad pura y dura, palabrita del niño Jesús! ;)

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