jueves, 15 de marzo de 2018

La Paqui

–¿Pues no que la Paqui me ha llamao puta?

–¿La Paqui? ¿Qué Paqui?

–Coño, Encarna, la Paqui. La del pueblo.

–¿Qué Paqui “la del pueblo”? ¡Si en el pueblo no había paquis!

–¡Cuidao, la tía! ¡Cómo que no había paquis? La de la carnicería, Encarna. La de la calle Mayor. Que hacía chaflán con la calle Cuenca. Aquella que era vecina de la mama, que no se podían ni ver. Que le fue diciendo a todo el pueblo que el tío Paco se la miraba. ¡Ya ves tú, pobre tío Paco! Un santo, toda la vida sin conocer hembra. La Paqui, Encarna, la Paqui.

–Ay chica, no caigo.

–¡Será posible! Aquella que tuvo dos chicos, más tontos que Pichote. Que se paseaban con las vacas por dentro el pueblo. Aquel pequeño, que se metió a cura. Y el otro, el grande, que se casó con la Angelines y le dejó por tonto. Pero si se comentó en toda la comarca, Encarna, ¿no te acuerdas?

–…

–Que sí, que el padre tenía una tienda de ultramarinos en la calle Huesca. Que se las daban de grandes y no les daba ni para pipas. Que se compró aquel señor un dos caballos que se quedó tieso pa toda la vida. Y se paseaban los domingos por la plaza del pueblo, que antes se quedaban sin comer que sin presumir. Aquel que se decía que le arreaba.

–¿A la Paqui?

–¡No! ¡A la madre! Que se conoce además que aquel hombre tenía querida, que se veían en la tienda, en el trastero. Que iba la mujer con la cabeza bien alta y los cuernos bien puestos, la madre de la Paqui. La Paqui, Encarna, la Paqui.

–Ay mira, ¡que no sé quién dices! ¿Pero esa señora de qué te llama a ti puta?

–¡Señora! ¿Pues no va diciendo la mamarracha que tengo un lío con su marido?

–¿Con su marido?

–Sí, con el Jaime.

–¿El Jaime? ¿Qué Jaime?

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