jueves, 8 de febrero de 2018

El mentor

Derrotado, relee las anotaciones del maltrecho diario. Es aquí, tiene que serlo. 

“Arcos concéntricos, peldaños blancos y puntas al cielo,
al sabio excéntrico hallarás a tu flanco y guiará tus anhelos.”

Ha seguido todos los pasos, del derecho y del revés, y todos conducen hasta aquí: la pagoda de muros blancos y arcos infinitos, donde cientos de fieles pasean sus almas y entonan sus cantos. ¿Pero cómo va a reconocer al sabio entre tantos hombres? Solo él tiene la clave que busca. Observa a su alrededor: fieles, mendigos, turistas y guías. Y monjes. Un momento… ¡Monjes! Le parece tan obvio que sonríe ante su torpeza, mientras se acerca a un hombre con túnica roja:

–Maestro mentor, ¿cuál es la clave de la salvación?

El monje piensa.

–El amor.

No, está claro que este señor no es el mentor. Gira sobre sus pies, hay cientos de monjes. ¿Cuál es el criterio? ¿Los más viejos? ¿Los más serios? ¿Los que entran? ¿Los que salen? Deambula entre ellos buscando el secreto.

–Maestro mentor, ¿cuál es la clave de la salvación?
–No pidas una vida más fácil, pide ser una persona más fuerte.
–Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender es peligroso. 
–El talento se educa en la calma, el carácter en la tempestad.

Agotado, sale del templo y se derrumba frente a la entrada. No tiene más que frases baratas y pies cansados. Digiere la derrota con la cara entre las manos, mientras un tufo a puro le invade la angustia. Tras la nube de humo: un plato, unas monedas, un cigarro y una anciana. “Ladies are not allowed to enter”, reza el cartel de su izquierda. En cuclillas, la vieja le observa con expresión socarrona. No puede ser… Su aspecto, andrajoso y enjuto, no parece albergar grandes ciencias. Lo prueba.

–Maestra mentora, ¿cuál es la clave de la salvación?

La mujer se levanta y con paso firme, se acerca. Da una fuerte calada al puro y se inclina hacia el insolente. Por toda respuesta, un exhalo de humo negro. El humo se queda y la anciana se aleja.

Atónito y decepcionado, el explorador se prepara para asumir la derrota cuando un destello le ciega desde una bolsa amarilla, abandonada junto al cartel, las monedas y el plato.

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