miércoles, 9 de mayo de 2018

Desórdenes

Todas las mañanas salen como un reloj, puntuales al segundo, del extremo A, sale de una puerta vieja de un edificio alto, una maraña de ondas morenas, con ojeras largas y sonrisa torcida, que arrastra los pies escalera abajo, con la ropa impoluta, planchada y pulcra, porque estar triste no está reñido con el buen gusto y la elegancia, lo que lleva, ya depende del día, unos días de marrón y otros de negro, unos días con paraguas y otros con gafas de sol, lleva pasos largos, eso siempre, que tiene prisa porque llega tarde, aunque allá adonde llega, no quiere ir, van los pasos por la misma ruta, eso siempre, que la suerte es caprichosa, y la mala suerte más, y evita así zonas de gatos (negros), zonas de andamios y rayas de baldosas, cuando llega al destino, todos esperan planificación detallada y órdenes firmes disparadas desde las ojeras largas y la sonrisa torcida.

Del otro extremo, el B, sale de una puerta roja de una casa urbana, un flequillo rubio y largo, con la cara lavada y la mente limpia, que avanza con pies ligeros y saluda a la portera, Buenos días, doña Luisa, y saluda al vecino, Buenos días, Paco, cómo estás, ha venido ya tu madre, y los niños cómo están, qué va, si son un encanto, Paco, que tengas un buen día, Paco, pasea B algo de desaliño, que aunque parece premeditado para encajar en las actuales corrientes de descuido estudiado, es debido a la alegre despreocupación de su existencia fácil, le compra a don Julián un diario y unos chicles, Buenos días, Julián, lo de siempre, Julián, muchas gracias, Julián, siempre sigue el mismo rumbo, aunque nunca llega a ninguna parte, porque no hay nadie que le espere, excepto doña Luisa, don Paco y don Julián.

Todas las mañanas, se cruzan en el mismo punto, precisión al milímetro, si se levantaran las vistas, si se fijaran las atenciones, si se olvidaran las pantallas, podrían verse, podrían conocerse, podrían reconocerse, podrían acercarse, equilibrarse, volverse imprescindibles, podrían quererse, dejarse querer, dejar de quererse, y despedirse, pero las vistas no se levantan, las atenciones no se fijan y no se olvidan las pantallas, y acaba A llegando al destino donde le desesperan y B llegando a ningún sitio donde nadie le espera.

Normalmente.

Hoy doña Luisa está acatarrada, el señor Paco tiene malo al chico y don Julián no tiene cambio de diez, se descuadran las precisiones, se desordenan los universos y las miradas se encuentran, Disculpe, le conozco yo de algo, Claro, yo te conozco de siempre.

2 comentarios:

  1. Estimada Andrea,

    Ya echaba de menos este principio... y esta despedida. Fabricadora de historias.

    ¡Qué alegría verte por aquí!
    Fuiste unos de los primeros blogs a los que seguí.
    Estoy seguro que tu parada te ha permitido conocer otros puntos de vista, enriquecerte, perdonar y perdonarte, y sobre todo... volver a fabricar confecciones de letras.

    ¡Claro que sí! Del punto A al punto B no hay tanta diferencia, después de todo, se encuentran en la punta del mismo hilo. ^^ ¡Buen relato!

    Un abrazo Fabricadora de historias.

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    1. Querido UTLA,

      La verdad es que yo también los echaba de menos :)
      Muchas gracias por la recibida, y espero que los nuevos puntos de vista me den para unas cuantas historias. Seguiré mirando de cerca las tuyas.

      Un abrazo.

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